Ébano, S. L. P.- Y al séptimo día, cuando ya el pueblo creía que la pesadilla había terminado, el agua otra vez se fue.
Solo unos breves minutos fuimos felices, yo y mi Chimoltrufia.
Tanto me cansaron los llaveos al ras de la lona, los topes voladores, las planchas desde la última cuerda y la tapatía que le aplicara para que se rindiera; ella era una desatada felina, que de una voltereta se me encimó para aplicarme la del caballito.
Definitivamente tiré la toalla, declarándome por vencido, y me tiré otra pestañeada.
Lamentablemente la pesadilla arreció; soñaba en que me convertía por milésima vez en un sediento camello.
Cuando escuché los desesperados gritos de mi cavernaria suegra, que a la puerta cacheteaba. Le tiraba desesperadas filomenas.
Me desperté sólo, para muy sumiso, recibir los regaños: ¡Te lo dije, que te pusieras listo y almacenaras agua! Este pueblo de seguir así, pronto será un desierto y nosotros camellos.
Mi suegra hace años que colgó los tenis; yo la recuerdo de buena manera, cuando pasan éstas fechas del Día de Muertos, porque cuando no hay agua en el pueblo, para no ser unos sedientos camellos, le da su moche a lo de 65 y Más, para invitarnos unas guamas.
P.D. Hoy por séptimo día no hay agua; otra vez a los pocos minutos se interrumpió el servicio.
Valentín Ortiz Rebolloso / 4 de noviembre de 2021