¿Son conscientes los oradores de que el noventa por ciento de los aplausos que reciben cuando acaban su discurso son una mera expresión de alivio? Robert Lembke.
Quisiera disfrutar el mismo optimismo de la presidenta Claudia Sheinbaum cuando habla con tal vehemencia sobre la elección judicial, sin duda es una mujer entusiasta, que mira hacia el futuro y sueña, la señora no puede evitar esa mirada prístina que se pierde en lontananza. Ella conoce los riesgo que van implícitos en un reto de semejante magnitud, ni Benito Juárez cuando anduvo errante, con la madre en rastra y la presidencia itinerante tuvo tanto peso sobre su espalda como la jefa de la nación. Y es que seamos honestos, las reformas políticas que se han venido obteniendo desde el año pasado abusando de la abrumadora mayoría que el bloque oficialista obtuvo en las elecciones federales, no son propiamente voluntad de la presidenta de México, la única reforma que ella presentó le fue bloqueada por sabrá el señor que intereses oscuros, un pequeño traspié, pero la exhibieron como una presidenta débil que no puede sacar a capricho una pinchurrienta reforma contra el nepotismo -penoso momento que nos obligó a voltear para otro lado. Igual que cuando le impusieron desde ultratumba la reelección de Rosario Ibarra Piedra al frente de la comisión nacional de los derechos humanos. O sea, todos aquellos que somos chismosos de la historia sabemos lo que eso significa, los coordinadores de las bancadas de Morena en el congreso de la unión y el senado siguen venerando al presidente López y aún reciben mensajes de whats con instrucciones. El problema de la presidenta de México es que parece una “encargada despacho” y le falta personal de confianza en posiciones estratégicas, por lo mismo se entera de las cosas tres días después que los demás personajes que el ex presidente Andrés Manuel López Obrador dejó colocados en posiciones estratégicas.
Recientemente la presidenta reconoció en conferencia de prensa que para la elección judicial con un diez o hasta un cinco por ciento del padrón electoral serían suficientes para legitimar el momento histórico en que el último reducto de la ultraderecha neoliberal y fascista de México se derrumbó. Todo parece muy sencillo cuando se lo imagina uno, pero vamos, las cosas del destino hay que dejarlas a la suerte. No sé cómo sean las elecciones de jueces en Dinamarca, pero al menos aquí, a todos los va elegir el pueblo, pero habría que ponerlo en contexto, a los mexicanos no nos gusta votar, y mucho menos si hay fila, peor aún, si no hay alguna gratificación a cambio de la espera. En otras latitudes del mundo habría sido un escándalo que un presidente esté conforme con una ridícula participación ciudadana para una decisión tan relevante. Me preocupa más el nivel de mediocridad de los políticos mexicanos, porque la formación de la sociedad es lúdica, a políticos deshonestos, un pueblo corrupto, un gobierno cobarde, un pueblo que se somete al poderoso. He repasado las palabras de la señora presidenta -más veces de las que quisiera- cuando afirma que hasta con cinco de cien humanos mexicanos empadronados y con chingos de conciencia cívica saldría avante esa elección. Claudia Sheinbaum está a punto de colocar el último clavo sobre el ataúd de la casta divina que gobernó “por siempre” la justicia mexicana. Aquellos que piensan que no habrá consecuencias, seguro son inimputables o forman parte de la camarilla que tiene garantizados los privilegios.
Por su parte la oposición, bien gracias. El PRI y el PAN se mantienen en su papel testimonial, en gran medida los responsables de los excesos de la cuarta transformación son los patéticos políticos de cartón que nos heredó el periodo neoliberal. Alejandro Moreno y Jorge Romero se han convertido en patiños en esta mala puesta en escena. Ocasionalmente suelen proferir algunas breves alocuciones para advertir del latrocinio, pero no va más allá de una diatriba que suena falaz. Si Jorge Romero fuera un líder político, habría aprovechado el foro y andaría recorriendo el país denunciando el fraude nacional que se maquila con la complicidad del instituto nacional electoral. Como dijera el escritor francés Abraham Nicolás Amelot de la Houssaye: el mejor consejo lo da la experiencia, pero siempre llega demasiado tarde. El problema de la oposición es que los líderes de hoy, antes eran los que traían los refrescos y acomodaban las sillas. Para no hablar de la clase política de Morena, -que todos sabemos son deficientes- esos morenos la tienen fácil, sólo tiene que aplaudir al unísono y aprender el corillo de las porras. Los priístas nunca aprendieron lo que era ser oposición -y los panistas ya lo olvidaron- quizás por qué las nuevas generaciones de políticos panistas no se hicieron en la calle, ni conocen la doctrina, tampoco son disciplinados o congruentes, han perdido la asabiya que caracterizó a los fundadores y aquellos que lucharon contra los fraudes electorales en los convulsos años del clientelismo derivado del espejismo de la economía petrolizada. Ya quedan pocos panistas o priistas que ganen elecciones directas, los partidos actualmente se encuentran plagados de burócratas que han aprendido a vivir de plurinominales y financiamiento público.
Esperemos que los genios que le dieron forma al exabrupto del presidente Andrés Manuel López Obrador hayan calculado que las consecuencias inmediatas de la implementación de la reforma judicial y el cambio en el arquetipo predominante pueda tener un efecto adverso en el terreno político- electoral. La derecha en el mundo está renaciendo y México es un país harto novedoso. No sería la primera vez que suceda en nuestro país un fenómeno que después los analistas califiquen como “atípico”. Sobre todo porque vamos a ser sometidos a la humillación del tercer país seguro, nosotros que siempre dijimos que antes de ser socios de los güeros siempre seríamos hermanos de América Latina, que nuestra favorecedora ubicación geográfica no era más que un accidente del destino. Ahora tendremos que aprender a ser culeros y construir vallados para contener la migración ilegal, guardaremos a miles de pobres que deambulan como zombies por nuestras ciudades y se han vuelto un problema de salud pública y una carga para el estado -y el contribuyente. Y todo para mantener el sueño mexicano a salvo, la buena vecindad y la simpatía del poderoso. El presidente Donald Trump es un personaje caprichoso, constantemente juega con la psicología del oponente y gusta de hacerlo sentir miserable, hasta el momento la presidente Sheinbaum se ha mantenido ecuánime ante los embates tácticos, pero no titubeó en enviar a su secretario de seguridad a preguntarle a los gringos que es exactamente lo que quieren de nosotros. Mientras no quieran meter en la lista de objetivos prioritarios a nadie de apellido López porque quizás no tendría la misma fortuna que el general Cienfuegos.
Mayo es un mes de muchos días de asueto y festejos, disfruten la recesión, lo votado y hasta el calentamiento global que total, pá morir nacimos.
@gandhiantipatro