Gerardo Fernández Noroña, senador de Morena, aclaró que no es por capricho que ahora lo acompañe la Guardia Nacional, sino porque la Fiscalía General de la República (FGR) le asignó protección tras la golpiza política y física que recibió de Alejandro “Alito” Moreno y otros legisladores priistas en el Senado. El resguardo, explicó, es una medida legal derivada de la denuncia presentada luego del altercado.
Pero mientras Noroña justifica a sus nuevos guardianes, Alito se dio vuelo en redes sociales y en entrevistas, tachándolo de “cobarde, cínico y chillón”. El líder priista lo retó a devolver a los escoltas “pagados con dinero público” y, con su estilo de barrio bravo, lo llamó “coyón” y “vil chillón”, como si la política mexicana necesitara más insultos para confirmar su decadencia.
Noroña, por supuesto, no se quedó callado: acusó a Moreno de actuar como “pandillero disfrazado de legislador”, protegido con camionetas blindadas y guaruras armados. Le devolvió la etiqueta de cobarde y aseguró que el priista terminará en la cárcel por sus excesos. “Irás a la cárcel, ‘Alito’ Moreno”, sentenció en redes, convencido de que esta pelea todavía dará mucho de qué hablar.
El origen de este sainete político está en la trifulca del 27 de agosto en el Senado, cuando ambos se enfrentaron a golpes y empujones frente a las cámaras. El resultado: denuncias cruzadas, acusaciones de amenazas y ahora la Guardia Nacional metida en medio. La disputa no solo exhibe la fractura en el Legislativo, sino también la tragicomedia en que se ha convertido la política nacional, donde entre insultos y escoltas se juega a ver quién grita más fuerte.