Una vez más, el cantante Natanael Cano, exponente de los llamados corridos tumbados, ha generado polémica al difundir en redes sociales un video en el que no solo adelanta su nuevo sencillo, aparentemente titulado “Cholo”, sino que también exhibe con orgullo un par de pantalones estampados con los rostros de Joaquín “El Chapo” Guzmán y Pablo Escobar, dos de los narcotraficantes más notorios de América Latina.
Lejos de ser una simple elección de moda, la imagen proyectada por Cano envía un mensaje preocupante: glorificar a criminales como símbolos de éxito, rebeldía y estatus. Junto al pantalón, el cantante porta un reloj Rolex, reforzando esta imagen aspiracional que muchos jóvenes consumen sin filtros ni contexto.
Este tipo de contenido, que circula ampliamente en redes sociales, contribuye a la normalización del crimen organizado como un estilo de vida atractivo. En lugar de ofrecer modelos positivos, figuras como Natanael Cano consolidan un discurso peligroso, donde el narco se convierte en sinónimo de poder, fama y dinero.
En un país golpeado por la violencia y el narcotráfico, resulta alarmante que artistas con tanta influencia sobre las nuevas generaciones promuevan estos íconos del delito, disfrazados de arte o moda. Lejos de ser rebeldía creativa, se trata de una trivialización del sufrimiento social que debería generar reflexión, no aplausos.
México necesita urgentemente nuevos referentes culturales que inspiren a través del talento, la integridad y el esfuerzo, no a través del culto al crimen. La responsabilidad de lo que se comunica desde la música y las redes sociales no puede seguir ignorándose.
